domingo, 21 de noviembre de 2010

La ciencia está a punto de demostrar la existencia del alma

En el verano de 1991, Pam Reynold, mejer de 35 años y madre de tres hijos, se enteró de que tenía un grave aneurisma en una arteria del cerebro. El Neurocirujano Robert Spetzler, director del Instituto Neurológico Barrow, le explicó que para poder operarla tenía que inducirle un paro cardíaco, durante el cual cesarían sus funciones cerebrales. Desde el punto de vista clínico, estaría muerta hasta por espacio de una hora.Una vez que la anestesiaron, le taponaron los oídos con dos electrodos de un aparato que emitía chasquidos, para registrar la actividad del tallo cerebral, estructura que interviene en el control de la audiencia y otras funciones involuntarias. Varios instrumentos más motorizaban su ritmo cardiaco y respiratorio, temperatura y demás signos vitales. Le sujetaron las extremidades, y después de lubricarle los ojos, se los cubrieron con una cinta adhesiva.Mientras Spetzler ponía en marcha la sierra quirúrgica para abrirle el cráneo, SUCEDIÓ ALGO QUE NO QUEDÓ REGISTRADO EN NINGUNO DE LOS SENSIBLES APARATOS. Pam sintió que salía de su cuerpo y observaba la operación desde un punto situado sobre el hombro de Spetzler. Vio que éste sotenía en la mano algo que parecía un cepillo de dientes eléctrico.Una voz femenina se quejó de que la paciente tenía los vasos sanguíneos demasiado angostos. A Pam le dio la impresión de que iban a operarle la ingle.Van a cometer un error, -pensó- es una operación de cerebro. Luego supuso que la cirugía cerebral en sí, le estaba causando alucinaciones.Pero a pesar de tener ojos y oídos sellados, TODO LO QUE PAM HABÍA PERCIBIDO ESTABA SUCEDIENDO REALMENTE: La sierra quirúrgica parecía un cepillo de dientes eléctrico, y los cirujanos, en efecto, le practicaron una incisión en la ingle para introducirle un catéter hsta el corazón y conectarla a una máquina corazón pulmón.Luego Spetzler ordenó inducirle el paro y extraerle la sangre. A juzgar por las señales de los instrumentos, Pam estaba sin vida, pero en esos momentos ella se vió avanzando por un túnel hacia una luz. Al final del túnel vio a su abuela y a otros familiares fallecidos hacía tiempo. Le pareció que el tiempo se detenía. Entoncs un tío la trajo, y le dijo: ¡Vuélvete! Al hacerlo sintió como si se zambullera en agua helada. Cuando despertó de la anestesia, le contó a Spetzler todo lo que había visto y sentido. «Esto está mucho más allá de mi alcance como neurocirujano, expresó Spetzler, y ahora, tanos años después, sigue sin explicarse lo que ocurrió».Selecciones del Reader's Digest Nº 736,Noviembre de 2003, pág.76.SE AGRADECE A LOS LECTORES ESCRIBIR UN COMMENTARIO SOBRE LO TRATADO EN ESTA ENTRADA. OPINA SOBRE LA EXISTENCIA DEL ALMA